Si bien existen relatos breves y poemas de transmisión oral,
como las Muallaqat, puede afirmarse que la literatura árabe comienza con el
Corán, fruto de la predicación de Mahoma. Esta obra, cuyo título significa
«lectura», «pregón» o «proclamación», es el escrito sagrado de los musulmanes,
en el que están contenidos predicaciones de Mahoma y preceptos de la religión
islámica, así como normas jurídicas, administrativas, etc. Consta, en total, de
ciento catorce capítulos o suras.
El Corán da lugar a una copiosa producción posterior,
compuesta de exégesis y comentarios, no sólo en el aspecto religioso, sino
jurídico y filosófico. En este sentido, aunque son algo más tardíos, hay que
mencionar al médico y filósofo Ibn Sina, conocido en Europa por Avicena
(979-1037) y a al-Gazzalí o Algazel (1058-1111).
La poesía árabe sigue dos caminos distintos. En uno de ellos
predominan los temas amorosos, aunque no falten poemas satíricos y de
circunstancias; por lo general, su tono es ligero y desenfadado. Los
principales poetas de esta escuela son Úmar ibn Abi Rabia (644-711) y Abu
Nuvvás (¿756-810?), desvergonzado y cínico. El otro camino consiste en el de la
poesía no principalmente amorosa, de estilo más elevado y cuidado. Lo siguen
poetas como al-Mutanabbí (905-965), autor de poemas panegíricos y sobre la
naturaleza, de gran calidad formal y cierto preciosismo: su imitador Ibn Ala
al-Maarrí (979-1057), e Ibn al-Farid (1182-1235), místico y simbólico.
En la prosa, los árabes sobresalieron en la composición de
relatos breves, en ocasiones con intención moralizadora. Los cuentos están
relacionados con los relatos de otras culturas, y así, el apólogo indio de Calila e Dimna es traducido por Ibn
al-Muqaffa (m. 759), llegando a Occidente gracias a esta versión. Entre los
prosistas conviene señalar también a al-Cháhiz (m. 869). Característica de la
prosa de esta época es la maqama, serie de cuentos cortos sobre un mismo
protagonista; el más notable de los autores de maqamas es al-Hamdaní
(968-1007).
En esta época y en las siguientes se crea, en torno a un
motivo central, una serie de relatos procedentes de la India, Persia y otros
países islámicos, que desembocan en la colección titulada Las mil y una noches,
cuya redacción definitiva puede fijarse en el siglo XV. Más tarde se le añaden
episodios que resultan tangenciales y que suelen imprimirse separadamente, como
Alí Babá y los cuarenta ladrones y el de Aladino y la lámpara maravillosa. El
motivo central de la obra más famosa entre los occidentales de la literatura
árabe es la historia de un rey de Persia. que mataba a sus sucesivas esposas
tras la noche de bodas. La ingeniosa Sahrazad consigue demorar su muerte
durante mil y una noches, en el transcurso de las cuales cuenta al soberano una
infinidad de relatos, y salva al final su vida.
Las mil y una noches se conocen en Europa gracias a la
traducción y adaptación del francés Antoine Galland (1646-1715), publicada
entre 1704 y 1717. Existen desde aquella época innumerables ediciones en todos
los idiomas cultos.
Dentro de la literatura musulmana tiene lugar importante la
cultivada en España, es decir, la literatura arabigoespañola. Parte de ella es
netamente árabe, sobre todo en la poesía amorosa, que repite los tópicos
anteriores en estilo artificioso y recargado. Deben mencionarse al príncipe
al-Sharif al-Taliq (963-1009). a al-Mutámid (1068-1091) y a Ibn Hazm
(994-1063), autor, además de composiciones poéticas, de obras filosóficas, de
una historia de las sectas musulmanas y el tratado sobre el amor Tawq al-hamama
(El collar de la paloma).
Aparte la culta, existe en España una poesía popular, que
rompe con la rigidez de la estrofa monorri-ma. propia de la lirica clásica, y
crea estrofas de distintas rimas con estribillo, llamadas o zéjel,según estén en
árabe clásico o vulgar. En uno y otro caso, el estribillo, llamado jarcha,
suele estar en romance, o sea en castellano, con lo que los cortos poemas se
convierten en la muestra más antigua de la lírica europea en lengua neolatina.
Suele mencionarse como autor de esta innovación idiomática en la poesía árabe a
Muqáddam ibn Muafa, llamado «el ciego de
Cabra» (siglo ix), y su autor más representativo es Ibn Ouzmán (m. 1160).
La prosa arabigoespañola, eminentemente filosófica y
científica, con nombres como Ibn Massarra (883-931), Ibn Bacha, más conocido
como Avem-pace (m. 1138), comentarista de Aristóteles, Ibn Tufayl (m. 1185) e
Ibn Rushd o Averroes (1126-1 198), máximo divulgador del aristotelismo en
Europa.
A partir del siglo XIII la literatura árabe decae en su
aspecto creativo, y son rarísimas las obras de mérito que produce. Sin embargo,
continúa en otro no menos interesante, esto es, el científico. Produce
innumerables tratados y enciclopedias de filosofía, astronomía, geografía,
historia y medicina, ciencias en las que sus autores aventajaron sobradamente a
los europeos. Entre el nutrido grupo de científicos escritores debe mencionarse
al geógrafo Ibn Batutah (1304-1377) y al primer filósofo moderno de la historia
Ibn Jaldún (1332-1406).
Las obras de creación, encasilladas en los moldes
tradicionales, siguen su marcha de modo oscuro hasta mediados del siglo xix, en
que se produce el renacimiento cultural islámico (Nahda), en el que se asiste a
la oposición entre los tradicionalistas, partidarios de conservar las formas y
temas literarios anteriores, y los modernistas, inclinados a la progresiva
apertura de la literatura musulmana a la aportación occidental. En este
sentido, se empiezan a traducir al árabe los escritos de los principales
ingenios europeos.
En el concierto de las modernas literaturas nacionales en
lengua árabe, Egipto ocupa el lugar más destacado, no sólo por el número de los
escritores, sino por la calidad de las obras. Entre los poetas hay que
mencionar a Ahmed Shawqí (1868-1932), que se encuentra en el bando
tradicionalista, y a los modernos Amín al-Rayhaní (1876-1940) y Yabrán Chalil
Yabrán (1883-1931).
La novela larga, al estilo occidental, sustituye a la
tradicional maqama; sus principales cultivadores son Husayn Haykal (1888-1956)
y Abd al-Rahmán Sar-qawí (n. 1920). Con todo, el relato breve, la manifestación
más típica de la prosa árabe, tiene algunos representantes de mérito, como los
hermanos Mu-hámmad (1892-1921) y Mahmud (n. 1894) Taymur. Por la calidad de su
prosa debe citarse a Taha Husayn (n. 1889), autor de unas difundidas memorias.
El teatro, género literario completamente nuevo en la cultura islámica, ha
alcanzado en el presente siglo el favor del público gracias sobre todo a las
obras de Tawfiq al-Hakim (n. 1898).
En el ámbito árabe puede incluirse la literatura persa.
Culturalmente pertenece a la esfera islámica, a pesar de que el idioma empleado
en sus creaciones no sea semítico, sino indoeuropeo. Conquistado el actual Irán
por los musulmanes en 652, no existen producciones literarias en neopersa hasta
el siglo x. La primera obra notable es el poema épico, de sesenta mil dísticos
de extensión, titulado Shah-i (Libro de los reyes), llamado de ordinario en
castellano Sha-namé. Su autor, Firdusi, en persa, Ferdousi (935 7-1020), vive
en la corte de Mahmud de Gazna
y trabaja más de treinta años en su célebre composición, que
narra la historia de Persia desde los orígenes hasta la invasión árabe, e
incluye leyendas, fábulas, hechos de armas, anécdotas, etc.
Un poeta, además de astrónomo y matemático, muy conocido en
el mundo occidental es Ornar Kha-yam o, más propiamente, Úmar al-Jayyam (m.
1123), notorio por las Rubaiyyat (Cuartetos), de tendencia escéptica y
materialista, que tratan sobre lo efímero de la vida.
En el mismo período nace Saadi
o Muslih al-Din Sadí (1184-1280?),
tal vez el escritor iranio más personal por su ingenio, sensibilidad y dominio
del idioma. Reconocido imitador suyo es Goethe. Saadi compone dos obras
exquisitas: Bustán (Jardín,
1257), atractivo poema didáctico sobre
el contentamiento, la humildad y la justicia, y Gulistán (Rosaleda, 1258), en la que, combinando prosa y verso,
expone observaciones morales henchidas de encanto.
Por último, Háfiz o Shams al-Din Muhámmad Háfiz (13257-1385)
es el mayor representante de la lirica persa, tanto para sus compatriotas, que
incluso peregrinan a su tumba, como para los occidentales. Su mérito
indiscutible se aprecia en su o
colección de elegías (qasida), odas (gazal), cuartetos (rubaiyyat), etc., en los que canta la fugacidad de la existencia,
las mujeres, el amor, las flores y el vino, de modo impecable, en un lenguaje
purísimo y melodioso. Su muerte cierra el espléndido ciclo de la literatura
clásica de Persia.
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