domingo, 9 de agosto de 2015

La literatura latina en la época republicana


Aunque la República en Roma es muy anterior, suele denominarse literatura republicana a la producida en el siglo i a. de J. C., inmediatamente antes del establecimiento del Imperio. Este período se denomina también «ciceroniano», por vivir en él el mayor prosista latino.
En esta época se cultiva en esencia la prosa. No obstante, escriben en ella algunos poetas, entre los que descuellan Lucrecio y Catulo. Tito Lucrecio Caro (¿96-53? a. de J.C.), de vida poco conocida, es autor de un vasto poema científico y filosófico, De rerum natura (De la naturaleza de las cosas), inacabado. En versos rudos y poco limados, expone sus ideas de fondo epicúreo, sobre moral, física y religión.





Cayo Valerio Catulo (¿87-54? a. de J.C.), poeta culto y refinado, prefiere las composiciones, influidas por los poetas alejandrinos, de tema erótico y sentimental, obscenas en ocasiones. Las más conocidas son De nuptiis Pelei et Thetidos (Las bodas de Tetis y Peleo o Epitalamio de Tetis y Peleo) y Coma Berenice (La cabellera de Berenice), imitación de un poema griego de Calimaco.

Representa el punto más cimero de la prosa latina la obra de Marco Tulio Cicerón (106-43 a. de J.C.). Hombre de amplísima cultura, viaja por Grecia y Asia Menor, donde se pone en contacto con la filosofía y la civilización griegas. Interviene en la política con tendencia conservadora. En prosa cuidada y viva, de construcción armónica y lengua correctísima, traza su obra, muy amplia, que abarca diversos temas. Como abogado realiza varias defensas públicas. Ligadas a su actividad política se encuentran las célebres Catilina- rias (63), cuatro discursos contra Catilina, las Filípicas (44), contra Marco Antonio, y varios tratados, como el De legibus (De las leyes, 52) y De república (54-51). De pensamiento filosófico y moral son los diálogos De amicitia (De la amistad). De senectute (De la vejez), al modo de Platón, y las famosas Tuscu- lanae (Tusculanas), los tres pertenecientes al año 44. Gran importancia tienen asimismo sus escritos de retórica De oratore (Del orador, 55) y Brutus (Bruto, 46). Mención aparte merecen sus cartas, que proporcionan valiosos datos sobre la vida particular del autor.



En la prosa histórica quedan como modélicas por su concisión las obras de Cayo Julio César (100-44 antes de Jesucristo): Commentarii de bello Gallico (Comentarios a la guerra de las Galias) y Commentarii de bello civili (Comentarios a la guerra civil). El hecho de estar escritos en tercera persona les confiere objetividad e imparcialidad.

Cayo Salustio Crispo (¿86-35? a. de J.C.) es historiador muy distinto de César. Renunciando a lo objetivo, imprime dramatismo a sus relatos y saca de ellos consecuencias morales y políticas. Sus creaciones principales se refieren a hechos que conocía directamente: De coniuratione Catilinae (La conjuración de Catilina), sobre la ambición de dicho personaje, objeto también de los ataques de Cicerón, y en general del bando aristocrático, y Bellum lugurthinum (La guerrade Yugurta), sobre la guerra entre Roma y el rey de Numidia. Su estilo, grandilocuente en ocasiones, es más agitado y enérgico que el de César.

Cornelio Nepote (¿99-24? a. de J. C.) se especializó en la confección de biografías de hombres ilustres. Dos de las más logradas son las de Catón y Cicerón.

martes, 4 de agosto de 2015

La literatura Griega en la época bizantina y en la época moderna

Época bizantina

El imperio bizantino recoge la herencia cultural del mundo helenístico y su literatura aparece como una continuación de la alejandrina. Se extiende desde el Siglo IV. en que la ciudad de Bizancio se convierte en capital del Imperio romano, hasta su conquista por los turcos (1453). Los géneros que cultiva se parecen sensiblemente a los de la literatura helenística. Descuellan los estudios de filología, historia, geografía, ciencias exactas y teología; el campo menos explotado es el de la pura creación literaria.

El número de los literatos en sentido amplio asombra, aunque sus nombres sean poco conocidos. La prosa religiosa tiene a sus principales cultivadores en Juan Moscos (m. 619), san Juan Clímaco (¿579-649?) y san Juan Damasceno (¿676-753?), autores de tratados místicos y ascéticos. Entre los muchos historiadores, quizá el más interesante sea una mujer, la princesa Ana Comneno (1083-1150), que redacta unas crónicas de los hechos más notables de su padre Alejo Comneno, de forma algo parcial en ocasiones.

Época moderna

La toma de Constantinopla por los turcos otomanos en 1453 produce un grave colapso en el desarrollo de la cultura bizantina, que se había proclamado heredera de la griega. En poco tiempo, los conquistadores consiguen apoderarse de toda la Grecia continental y zonas adyacentes.
A pesar de la adversa situación política, la literatura en griego se mantiene en distintas zonas, si bien con características diferentes. Así, en Constantinopla es erudita y culta, y utiliza una lengua arcaizante, mientras que en las islas, alejadas de la influencia turca, se transforma en popularizante.
Esta situación se mantiene hasta la independencia de Grecia, acaecida en 1829, fecha en la que comienza la literatura griega moderna. Los primeros escritores de fama son Dionisios Solomos (1798-1857), poeta de inspiración popular, ferviente patriota y autor del poema que llega a ser la letra del himno nacional griego, y Andreas Kalvós (1792-1867), de formación clásica y tono más elevado, especialmente en las odas.
A pesar del ímpetu de los primeros escritores, las letras no se afianzan hasta finales del siglo xix y primeros años del actual. El principal poeta de esta época es Rostís Palamás (1859-1943), cultivador de toda clase de versos, siempre en lengua popular y sobre temas de igual índole. Uno de sus libros más difundidos se titula I asáleftizoí (La vida inmutable, 1904). Su aguda percepción de lo helénico le lleva a componer un exaltado poema épico, Hi flojera tu vasiliá (La flauta del rey, 1910). Otros poetas delmismo periodo son Georgios Drosinis (1859-1951), lírico y expresivo en Klistá vléfara (Párpados cerrados, 1917), y Constantinos Kavafis (1863-1933), decadente y sensual, cuyas poesías se recopilan póstumamente.

Entre los prosistas, Janís Psikharis (1854-1929) logra imponer como lengua literaria el griégo vulgar (demótico o neohelénico) gracias a sus obras, que gozan de gran difusión, como To taxidhi mu (Mi viaje, 1888). A Arghiris Eftaliotis (1849-1923), seudónimo de Kleanthis Mikháilidis, se deben vivos cuadros de costumbres sobre la vida en las islas griegas. Gregorios Xenopoulos (1862-1951), muy famoso en su época, crea la novela naturalista con Margarita Stefa (1893); es escritor muy prolífico de dramas y novelas costumbristas. Otros novelistas de esta época son Paulos Nirvanas (1866-1937), seudónimo de Pc- tros Apostolidis, Andreas Karkavitsas (1866-1922), Constantinos Khristomanos (1867-1911) y Constantinos Theotokis (1872-1923), padre de la novela de tendencia social.
Al siglo xx propiamente dicho pertenecen los poetas Apostólos Melakhrinos (1880-1952), de inspiración simbolista, Angelos Sikelianós (1884-1951), de hondas raices helénicas, forjador de una poesía de género panteísta, y, sobre todo, Georgios Seferis (n. 1900), Premio Nobel en 1963, cantor de lo cotidiano, que utiliza un lenguaje sencillo y directo.

Los prosistas más destacados son Thrassos Kasta- nakis (n. 1901), Elias Venezis (n. 1904), que describe con crudo realismo escenas de la guerra, y Nikos Kazantzakis (1885-1957), el más célebre de los escritores griegos contemporáneos, creador versátil: teatro, varios tomos de poemas, entre ellos una imitación de la Odisea, en más de treinta mil versos (1938), ensayos y, principalmente, novelas, base de su éxito, como Bios kaípoliteia tu Alexi Zormpa (Vida y hechos de Alexis Zorba, 1946), historia de un pintoresco personaje, encarnación del espíritu griego, y O Kristos xanastauróneta (Cristo de nuevo crucificado, 1954).

La literatura griega en la Época Clásica


La literatura griega

El monumento más importante de la poesía griega, y uno de los más insignes de la literatura universal, se atribuye a Homero. Se trata de las epopeyas llamadas Iliada y Odisea.

Todavía es una incógnita su autor en lo que se refiere no solamente a su biografía, de la que se tienen distintas versiones, sino a su función en la elaboración de las magníficas obras. Resulta mucho más importante el segundo punto, sobre el que existen discrepancias. Frente a los que opinan que Homero unificó una serie de elementos dispares transmitidos por la tradición, se encuentran quienes afirman que ambas epopeyas se deben a un autor distinto en una forma primitiva —perdida—, y que han llegado hasta el presente muy ampliadas por continuadores. La unidad que se observa en ambas, especialmente en la Iliada, inclina a los expertos a pronunciarse por la primera posibilidad: la del poeta unificador de tradiciones anteriores.

No obstante, esa unificación se ha llevado a cabo con genio innegable, y Homero aparece no simplemente como hábil colector que hilvana historias ajenas, sino como gran poeta que maneja de modo magistral la información que le proporcionan la historia, la leyenda y la tradición.


La Ilias (Ilíada) es, sin duda, el más antiguo de los poemas épicos. Si bien su tema central y aglutinador es la cólera del héroe —Aquiles—, se encuentran subyacentes otros, como el culto a los muertos, tradiciones religiosas locales, etc., sobre los que planea indefectiblemente la divinidad, en forma de distintos dioses que intervienen de manera directa en la vida de los hombres. Su argumento es bien conocido: el sitio de Troya por diversos monarcas griegos y la toma de la ciudad. Este argumento motiva vivas descripciones de batallas y reuniones de los jefes de ambos bandos, asçi como pasajes de gran belleza y emoción, como la muerte de Patroclo, amigo de Aquiles, la despedida de Héctor y Andrómaca, la petición por parte del atribulado Príamo del cadáver de Héctor, su hijo, etc.

Muy diferente es la Odiseia (Odisea), en la que se relata el viaje de regreso de Ulises (Odiseos, en griego) a Itaca, tras su participación en la guerra de Troya. A diferencia de la Iliada, consta de varios episodios, por lo general inconexos, en los que se describen las aventuras y peripecias del héroe hasta su llegada a la isla natal. Son particularmente conocidos los episodios del cíclope, el de la diosa Circe, que convierte a los hombres en animales, el de las sirenas y el de Penélope, esposa del héroe, que deshace por la noche la labor de su telar para posponer el cumplimiento de su boda con el pretendiente que elija. A la afición a lo fantástico que se aprecia en la Odisea, se suma una intención moralizadora que no se encuentra en la Iilada. Si en ésta los dioses manejan la vida de los mortales a su antojo, en aquélla los humanos se presentan como los únicos responsables de sus actos, y recibirán, en consecuencia, el premio o castigo correspondiente.


Si estas epopeyas fueron o no escritas por Homero carece, hasta cierto punto, de importancia, pues lo
que realmente interesa es su valor artístico. Atribuidos a Homero, aunque con toda seguridad no le pertenezcan, se conservan algunos himnos a los dioses. Los más bellos se consagran a Apolo, Deméter, Hermes y Afrodita.

Un tono moralizante adopta Hesíodo, otro de los grandes poetas primitivos helénicos, que escribe en el último tercio del siglo vil a. de J.C. Su poema de Erga kai emerai (Los trabajos y los días) es la descripción realista de las laenas agrícolas, se le atribuye una Theogonia (Teogonia), interesante para el conocimiento de los dioses griegos.

La primitiva poesía lírica de la Hélade se interpretaba con acompañamiento musical. No se han conservado las melodías, pero sí los textos. Entre los primeros poetas conocidos, ocupa lugar prominente Safo de Lesbos, que vive en el último tercio del si-glo vil y principios del vi a. de J.C., y canta el amor con acentos apasionados. Anacreonte (560-475 antes de Jesucristo) se distingue por sus cortos y graciosos poemas sobre el amor y los deleites sensuales. Más ilustre y de mayor influencia es Píndaro (518-440? antes de Jesucristo); sus principales obras, odas triunfales, se escriben con ocasión de los juegos atléticos, y se dedican a los vencedores, casi siempre aristócratas o ricos hacendados. Sus composiciones, además de su carácter encomiástico, tienen una nota moralizadora: insisten en la inestabilidad de la gloria y la caducidad de las cosas humanas.

Os dejamos un minidocumental sobre la Odisea