lunes, 11 de mayo de 2015

La literatura hebrea

Las más antiguas manifestaciones de la literatura hebrea se encuentran en el conjunto de libros sagrados que forman el Antiguo Testamento. Por el trascendental valor que estas obras tienen para los judíos y para los cristianos han sido traducidas, en el conjunto de las Sagradas Escrituras, a casi todos los idiomas y editadas infinidad de veces, con lo que se convierten, en su conjunto, en la obra literaria más difundida en el mundo.

Su carácter eminentemente religioso no impide que encierren elevados tesoros literarios. Los escritos del Antiguo Testamento se redactan en un amplio periodo que se extiende desde el siglo xv hasta el n a. de J.C.; junto con los del Nuevo Testamento, escritos en griego, forman la Biblia, que en dicho idioma significa «los libros».

Los caracteriza la escasa entidad de lo fabuloso y lo fantástico, a diferencia de los libros sagrados de otras religiones, aunque estén impregnados de la noción y el sentido de la divinidad.

Junto a libros históricos, como el atribuido a Moisés, o los de los Jueces y los sobre la historia del pueblo judío, se hallan relatos de sucesos particulares, como el de  

No faltan obras de intenso lirismo, como los Salmos, para ser cantados, con el característico paralelismo de las sentencias, o el simbólico y elevado Cantar de los Cantares. atribuido a Salomón, no exento de cierta sensualidad. Innegables valores humanos, junto a una filosofía de la vida, encierra el de Job, mientras que son eminentemente didácticos los de los Proverbios y de la Sabiduría.





La literatura hebrea posbíblica está compuesta de varios textos apócrifos y por comentarios al Antiguo Testamento. Las obras más importantes, escritas en el siglo II d. de J.C,, son la («repetición»), ordenación de los preceptos de la ley hebraica, y el Talmud («enseñanza»), examen crítico de las fuentes bíblicas, con narraciones breves intercaladas. Existe del Talmud una edición hecha en Palestina y otra en Babilonia.

A raíz de la conquista romana, e incluso desde mucho antes, se produce la dispersión del pueblo judío, y su literatura se resiente mucho de ello. Durante varios siglos habrá que buscar las manifestaciones literarias en países alejados de Judea.

Sobremanera floreciente durante la Edad Media es la literatura hebraicoespañola, desarrollada gracias a las favorables condiciones en que viven los judíos en España, tanto en los reinos musulmanes como en los cristianos. Los judíos se presentan como excelentes médicos, historiadores, geógrafos y escritores.

Bajo la protección de Hasday ibn Shaprut (915-970), médico de Abderrahmán III, se inicia en España (Sefarad) la literatura en lengua hebrea. Entre los primeros poetas cabe citar a Menahem ibn Sharuq (910-970), excelente lexicógrafo, Dunash ibn Labrat (¿920-980?), introductor de la métrica árabe en la poesía hebrea, y Samuel ibn Negrella (993-1056), visir del rey de la taifa de Granada, autor de poesías sagradas y profanas.



El siglo XI está lleno de grandes figuras. Selomoh ibn Gabirol (1020-1058), llamado Avicebrón, es, además de poeta de profundo acento religioso, filósofo neoplatónico. A Mosheh ibn Ezra (¿1060-1138?), lírico profano y religioso, se debe una poética, cuyo mayor mérito consiste en contener una historia de la literatura hebraicoespañola, utilísima fuente de información. De contenido religioso también es la obra de Yehudá ha-Leví (1075-1161), mientras que Abraham ibn Ezra (1092-1167) se distingue como científico y viajero.

Figura de primera magnitud en la historia del pensamiento medieval es Mosheh ben Maymón o Mai-mónides (1135-1204), filósofo y médico sefardí, el cual difunde el aristotelismo entre los judíos de la Europa occidental con su Moreh Nebukim (Guía de perplejos, 1190). Codificó el derecho talmúdico de manera magistral en su Mishné Torah (Segunda Ley).

Las sucesivas invasiones de los almorávides y de los almohades en los territorios musulmanes, así como el crecimiento del sentimiento antijudío en los reinos cristianos, provocan la decadencia de la literatura hebraicoespañola, que no cuenta desde el siglo XIII con figuras de relieve, aunque tuvo bastantes cultivadores.

De los demás países en que existían comunidades judías, el más destacado es Italia, si bien las principales obras son algo tardías. Así, pertenece al siglo XIV Immanuel ben Sehlomoh, poeta amoroso influido por el stil nuovo de Italia. En el idioma literario de este país escribe el portugués Yehudah Abra-banel, más conocido por León Hebreo (14607-1520), sus Dialoghi d' amore (Diálogos de amor, 1535), de enorme importancia en la concepción amorosa renacentista.

Tras varios siglos de letargo, se aprecia un renacimiento de la conciencia judía, que produce el florecimiento de la literatura, bien que tímido al principio. El centro cultural de la diáspora se ha desplazado de los países mediterráneos a Alemania y la Europa oriental.

El resurgimiento lleva consigo la renovación lingüística, con la vuelta al hebreo clásico, y el replanteamiento religioso, con la modernización del judaismo. En este aspecto tiene enorme importancia la labor del filósofo Moses Mendelssohn (1729-1786) y de Neftalí Herz Wessely (1725-1805).

En el siglo XIX sobresalen el prosista Mendele Mojer Serafim (1836-1917), apellidado en realidad Abramo-vitz, autor de relatos sobre la vida de los judíos en la Europa oriental, y los poetas Hayyim Nahmán Bialik (1873-1934), de inspiración religiosa, y Saúl Chernijovski (1875-1943), que realiza la fusión de la cultura judía con la cultura occidental y es considerado el precursor de la moderna poesía judía.



Con la creación del Estado de Israel se da un nuevo impulso al estudio de la lengua y al cultivo de la literatura. Si bien los escritores son numerosos, no han tenido difusión a escala internacional en la mayoría de los casos. Con todo, alguno ha alcanzado renombre universal, como el prosista Semuel Josef Agnon (1888-1970), autor de relatos sobre la vida de los judíos en su Galitzia natal y sobre la colonización de Palestina y asentamiento del Estado de Israel; la labor literaria de Agnon fue premiada en 1966 con el Nobel de Literatura. Entre los poetas actuales en Israel ocupa un lugar preferente Nathan Altermann (n. 1910), maestro de toda una generación de jóvenes poetas.

domingo, 10 de mayo de 2015

La literatura inglesa en la Edad Media

Hoy os traemos un artículo que nos han mandado nuestros amigos de Ossus Academy, una de las mejores academias de inglés en Madrid, se trata de un pequeño resumen de la historia de la literatura escrita en la lengua inglesa durante al Edad Media, comenzamos:





La literatura inglesa en la Edad Media
  
Como en las demás literaturas occidentales, una de las primeras muestras poéticas en lengua inglesa es de carácter épico. Al siglo VII pertenecen los poemas Widsith y Beowulf, éste con elementos fantásticos diseminados en sus cuatro mil versos. Más tarde se escriben otros de contenido religioso, como Cynewulf, que puede fecharse a mediados del siglo VIII

En las citadas centurias componen en latín varios clérigos, como Aldhelm (650-709), autor de obras morales, Beda el Venerable (672-735), excelente historiador, y Alcuino (7307-804), uno de los maestros de la escuela palatina de Carlomagno en Aquisgrán.

En lengua vulgar, los textos en prosa que se han conservado consisten en colecciones de leyes, crónicas y homilías. El más interesante es la Crónica anglosajona, de finales del siglo IX, que ordena redactar Alfredo el Grande (849-899).

El año de 1066 resulta crucial para la historia de Inglaterra. En la batalla de Hastings, Guillermo el Conquistador, duque de Normandía, derrota a Haroldo II y se convierte en dueño del país. Así se inicia una larga época de influencia francesa en las costumbres, la literatura y la lengua.




Tras la conquista parece que el ambiente cultural se paraliza. Renace casi cien años después con poemas de cierta influencia francesa, como Brut de Layadon, de mediados del siglo xii, versión inglesa de la obra del francés Wace, y Sir Gawayn and the Grene Knyght (Sir Galvain y el Caballero Verde), sobre uno de los paladines de la corte del rey Arturo o Artús. A principios del XIII corresponden baladas de temas populares, como la de Robín Hood (Robín de los Bosques).

Son todavía anglonormandos, incluso en pleno siglo XIV, John Gower (13307-1408), compositor de poemas en latín, francés e inglés, y William Langland (¿1330-1400?), cuya obra más importante se titula Vision Concerning Piers Plowm (Visión concerniente a Piers Plowman), poema alegórico y religioso.

La obra maestra de la narrativa inglesa medieval son, sin duda alguna, los Canterbury Tales (Cuentos de Canterbury) de Geoffrey Chaucer (1340-1400). Escritos hacia 1387, están estructurados de manera similar al Decameron de Boccaccio: durante una peregrinación de Londres al santuario de santo Tomás Becket en Canterbury, los peregrinos se relatan historietas para distraerse. La diferencia esencial entre el Decamerón y los Cuentos de Canterbury estriba en que en aquél los narradores pertenecen a clase social elevada, y en éstos a distintos estamentos: caballeros, damas, mercaderes, eclesiásticos, mendigos, estudiantes, etc. Por este motivo, ofrecen gran variedad y un amplio cuadro de la vida medieval, puesto que recogen los temas más diversos. Su actitud, en líneas generales, no es tan mordaz y obscena como la del Decamerón.




Ultima manifestación importante de las leyendas artúricas en Inglaterra se tiene en la magna obra de Sir Thomas Malory (14087-1471) titulada La morte d'Arthur (La muerte de Arturo, 1485), que reúne no sólo las aventuras de dicho soberano, sino también las de algunos caballeros de la Tabla Redonda (Lancelot, Perceval), así como la leyenda de Tristán.

sábado, 9 de mayo de 2015

Historia de la literatura árabe





Si bien existen relatos breves y poemas de transmisión oral, como las Muallaqat, puede afirmarse que la literatura árabe comienza con el Corán, fruto de la predicación de Mahoma. Esta obra, cuyo título significa «lectura», «pregón» o «proclamación», es el escrito sagrado de los musulmanes, en el que están contenidos predicaciones de Mahoma y preceptos de la religión islámica, así como normas jurídicas, administrativas, etc. Consta, en total, de ciento catorce capítulos o suras.

El Corán da lugar a una copiosa producción posterior, compuesta de exégesis y comentarios, no sólo en el aspecto religioso, sino jurídico y filosófico. En este sentido, aunque son algo más tardíos, hay que mencionar al médico y filósofo Ibn Sina, conocido en Europa por Avicena (979-1037) y a al-Gazzalí o Algazel (1058-1111).

La poesía árabe sigue dos caminos distintos. En uno de ellos predominan los temas amorosos, aunque no falten poemas satíricos y de circunstancias; por lo general, su tono es ligero y desenfadado. Los principales poetas de esta escuela son Úmar ibn Abi Rabia (644-711) y Abu Nuvvás (¿756-810?), desvergonzado y cínico. El otro camino consiste en el de la poesía no principalmente amorosa, de estilo más elevado y cuidado. Lo siguen poetas como al-Mutanabbí (905-965), autor de poemas panegíricos y sobre la naturaleza, de gran calidad formal y cierto preciosismo: su imitador Ibn Ala al-Maarrí (979-1057), e Ibn al-Farid (1182-1235), místico y simbólico.

En la prosa, los árabes sobresalieron en la composición de relatos breves, en ocasiones con intención moralizadora. Los cuentos están relacionados con los relatos de otras culturas, y así, el apólogo indio de  Calila e Dimna es traducido por Ibn al-Muqaffa (m. 759), llegando a Occidente gracias a esta versión. Entre los prosistas conviene señalar también a al-Cháhiz (m. 869). Característica de la prosa de esta época es la maqama, serie de cuentos cortos sobre un mismo protagonista; el más notable de los autores de maqamas es al-Hamdaní (968-1007).




En esta época y en las siguientes se crea, en torno a un motivo central, una serie de relatos procedentes de la India, Persia y otros países islámicos, que desembocan en la colección titulada Las mil y una noches, cuya redacción definitiva puede fijarse en el siglo XV. Más tarde se le añaden episodios que resultan tangenciales y que suelen imprimirse separadamente, como Alí Babá y los cuarenta ladrones y el de Aladino y la lámpara maravillosa. El motivo central de la obra más famosa entre los occidentales de la literatura árabe es la historia de un rey de Persia. que mataba a sus sucesivas esposas tras la noche de bodas. La ingeniosa Sahrazad consigue demorar su muerte durante mil y una noches, en el transcurso de las cuales cuenta al soberano una infinidad de relatos, y salva al final su vida.

Las mil y una noches se conocen en Europa gracias a la traducción y adaptación del francés Antoine Galland (1646-1715), publicada entre 1704 y 1717. Existen desde aquella época innumerables ediciones en todos los idiomas cultos.

Dentro de la literatura musulmana tiene lugar importante la cultivada en España, es decir, la literatura arabigoespañola. Parte de ella es netamente árabe, sobre todo en la poesía amorosa, que repite los tópicos anteriores en estilo artificioso y recargado. Deben mencionarse al príncipe al-Sharif al-Taliq (963-1009). a al-Mutámid (1068-1091) y a Ibn Hazm (994-1063), autor, además de composiciones poéticas, de obras filosóficas, de una historia de las sectas musulmanas y el tratado sobre el amor Tawq al-hamama (El collar de la paloma).

Aparte la culta, existe en España una poesía popular, que rompe con la rigidez de la estrofa monorri-ma. propia de la lirica clásica, y crea estrofas de distintas rimas con estribillo, llamadas o zéjel,según estén en árabe clásico o vulgar. En uno y otro caso, el estribillo, llamado jarcha, suele estar en romance, o sea en castellano, con lo que los cortos poemas se convierten en la muestra más antigua de la lírica europea en lengua neolatina. Suele mencionarse como autor de esta innovación idiomática en la poesía árabe a Muqáddam ibn Muafa, llamado  «el ciego de Cabra» (siglo ix), y su autor más representativo es Ibn Ouzmán (m. 1160).

La prosa arabigoespañola, eminentemente filosófica y científica, con nombres como Ibn Massarra (883-931), Ibn Bacha, más conocido como Avem-pace (m. 1138), comentarista de Aristóteles, Ibn Tufayl (m. 1185) e Ibn Rushd o Averroes (1126-1 198), máximo divulgador del aristotelismo en Europa.

A partir del siglo XIII la literatura árabe decae en su aspecto creativo, y son rarísimas las obras de mérito que produce. Sin embargo, continúa en otro no menos interesante, esto es, el científico. Produce innumerables tratados y enciclopedias de filosofía, astronomía, geografía, historia y medicina, ciencias en las que sus autores aventajaron sobradamente a los europeos. Entre el nutrido grupo de científicos escritores debe mencionarse al geógrafo Ibn Batutah (1304-1377) y al primer filósofo moderno de la historia Ibn Jaldún (1332-1406).

Las obras de creación, encasilladas en los moldes tradicionales, siguen su marcha de modo oscuro hasta mediados del siglo xix, en que se produce el renacimiento cultural islámico (Nahda), en el que se asiste a la oposición entre los tradicionalistas, partidarios de conservar las formas y temas literarios anteriores, y los modernistas, inclinados a la progresiva apertura de la literatura musulmana a la aportación occidental. En este sentido, se empiezan a traducir al árabe los escritos de los principales ingenios europeos.

En el concierto de las modernas literaturas nacionales en lengua árabe, Egipto ocupa el lugar más destacado, no sólo por el número de los escritores, sino por la calidad de las obras. Entre los poetas hay que mencionar a Ahmed Shawqí (1868-1932), que se encuentra en el bando tradicionalista, y a los modernos Amín al-Rayhaní (1876-1940) y Yabrán Chalil Yabrán (1883-1931).

La novela larga, al estilo occidental, sustituye a la tradicional maqama; sus principales cultivadores son Husayn Haykal (1888-1956) y Abd al-Rahmán Sar-qawí (n. 1920). Con todo, el relato breve, la manifestación más típica de la prosa árabe, tiene algunos representantes de mérito, como los hermanos Mu-hámmad (1892-1921) y Mahmud (n. 1894) Taymur. Por la calidad de su prosa debe citarse a Taha Husayn (n. 1889), autor de unas difundidas memorias. El teatro, género literario completamente nuevo en la cultura islámica, ha alcanzado en el presente siglo el favor del público gracias sobre todo a las obras de Tawfiq al-Hakim (n. 1898).





En el ámbito árabe puede incluirse la literatura persa. Culturalmente pertenece a la esfera islámica, a pesar de que el idioma empleado en sus creaciones no sea semítico, sino indoeuropeo. Conquistado el actual Irán por los musulmanes en 652, no existen producciones literarias en neopersa hasta el siglo x. La primera obra notable es el poema épico, de sesenta mil dísticos de extensión, titulado Shah-i (Libro de los reyes), llamado de ordinario en castellano Sha-namé. Su autor, Firdusi, en persa, Ferdousi (935 7-1020), vive en la corte de Mahmud de Gazna
y trabaja más de treinta años en su célebre composición, que narra la historia de Persia desde los orígenes hasta la invasión árabe, e incluye leyendas, fábulas, hechos de armas, anécdotas, etc.

Un poeta, además de astrónomo y matemático, muy conocido en el mundo occidental es Ornar Kha-yam o, más propiamente, Úmar al-Jayyam (m. 1123), notorio por las Rubaiyyat (Cuartetos), de tendencia escéptica y materialista, que tratan sobre lo efímero de la vida.

En el mismo período nace Saadi o Muslih al-Din Sadí (1184-1280?), tal vez el escritor iranio más personal por su ingenio, sensibilidad y dominio del idioma. Reconocido imitador suyo es Goethe. Saadi compone dos obras exquisitas: Bustán (Jardín, 1257),  atractivo poema didáctico sobre el contentamiento, la humildad y la justicia, y Gulistán (Rosaleda, 1258), en la que, combinando prosa y verso, expone observaciones morales henchidas de encanto.


Por último, Háfiz o Shams al-Din Muhámmad Háfiz (13257-1385) es el mayor representante de la lirica persa, tanto para sus compatriotas, que incluso peregrinan a su tumba, como para los occidentales. Su mérito indiscutible se aprecia en su       o colección de elegías (qasida), odas (gazal), cuartetos (rubaiyyat), etc., en los que canta la fugacidad de la existencia, las mujeres, el amor, las flores y el vino, de modo impecable, en un lenguaje purísimo y melodioso. Su muerte cierra el espléndido ciclo de la literatura clásica de Persia.

Historia de la literatura India





La literatura india ofrece una de las muestras más antiguas del genio creador del hombre. Algunas de las obras que se conservan se remontan al milenio m anterior a la era cristiana. Están escritas en sánscrito, la lengua más antigua conocida del tronco indoeuropeo.

A la primera época de esta literatura pertenecen varios textos religiosos, que se dividen en grupos. Se trata de los Veda (palabra que significa «ciencia»), que consta de los siguientes textos: (Veda de los himnos), Alharvaveda (Veda de los conjuros), Samaveda (Veda de los cánticos) y Yajurveda (Veda de las fórmulas sagradas). Como se advierte, son colecciones de himnos, oraciones, cánticos para la liturgia, invocaciones a los dioses, etc., de gran riqueza cromática en las descripciones y profunda espiritualidad.

A este grupo, el más importante, sigue cronológicamente el de los Brahmana, emparentado con el de los Upanisad, que recogen enseñanzas de género religioso y filosófico. Finalmente, los Sutra son series de aforismos sobre los más diversos temas, aunque siempre de inspiración religiosa.

De una etapa posterior proceden los grandes poemas épicos de la literatura sánscrita: el Mahabharata         el Ramayana. Ambos son obra de varios autores y sufrieron muchas refundiciones y cambios hasta recibir forma definitiva a mediados del siglo II d. de J.C.

El Mahabharata es ciertamente el poema más extenso escrito en el mundo, pues consta de unos doscientos mil versos. A pesar de que se señale como autor a un cierto Viasa, resulta evidente que tan ingente epopeya se debe a varios poetas y aun a varias generaciones. La obra, cuyo tema central son las luchas entre los descendientes de los hermanos Kuru y Pandu, está repleta de digresiones, en ocasiones de centenares de versos, que la convierten en una especie de enciclopedia que contiene toda la sabiduría india de la época.

Más corto, aunque de mayor valor literario, es el Kamayana, escrito por Valmiki, el más antiguo de los poetas indios de nombre conocido. Relata las hazañas del rey Rama, que, entre otras peripecias, debe luchar por la salvación de su esposa Sita, prisionera de los demonios. Esta epopeya, de reminiscencias míticas, está escrita en estilo cuidado y culto.

El budismo, una de las grandes religiones de la India, dio lugar a una literatura canónica, que se ha conservado en una gran obra denominada Tripitaka (Las tres cestas). Si bien su contenido es básicamente religioso, se encuentran en ella fábulas y leyendas de tipo novelesco, relacionadas con la vida de Buda y las transmigraciones de su alma.


Ya en la era cristiana se aprecia un nuevo florecimiento de la literatura india. Así, el teatro, que se cultiva desde el siglo n a. de J.C., alcanza su más alto valor con Kalidasa, que vive entre los siglos IV y V.

Su obra maestra se titula Sakuntala, drama de intriga amorosa entresacada del Motras obras de Kalidasa se inspiran también en escritos anteriores.

Es autor asimisíno de poemas épicos, como Kuma-rasambhava (El nacimiento de Kumara) y Raghu-vamsa (El linaje de Raghu), que es una exaltación de Rama. Se distingue también en la poesía lírica, especialmente con su poema Meghaduta (La nube mensajera), tierna historia de amor en la que una nube es portadora de los mensajes de los enamorados. Kalidasa aparece, pues, como autor versátil, en cuya producción se encuentran muestras de los principales géneros de la literatura india.

El teatro tuvo otros cultivadores de menor importancia, como Bhasa (siglo II), autor de la comedia de enredo Carudala, y Vishakhadatta (siglo V), autor de Mudraraksasa, drama de corte político.

La poesía lírica, si bien no alcanza el florecimiento de la épica, presenta algunas muestras dignas de tener en cuenta. Las colecciones más antiguas, denominadas Sattasai, pertenecen a los siglos III-V, y contienen poesias amorosas en su mayor parte. Más tarde entran en la poesía conceptos éticos y morales, formando el género de los Sütaka. El más importante de los líricos, como queda dicho, es Kalidasa.

Por su influencia en la literatura y en el folklore universal resulta importante la narrativa india, que tiene una de sus más antiguas muestras en el Pancha-tantra (Los cinco libros), conjunto de setenta cuentos o fábulas redactadas en época indeterminada, entre los siglos m y vi, atribuido a Vishnusarman. Estos apólogos, en unas ocasiones de gran realismo y en otras de fantasía desbordante, se traducen al persa en el siglo VI y, a través del árabe, llegan a Europa.

Son posteriores otras colecciones de relatos, entre las que se destaca la titulada Hitopadesa (La buena enseñanza), redactada entre los siglos X y XIV.

Las obras en sánscrito de carácter técnico y didáctico abundan mucho, y abarcan distintos temas, aunque su valor literario resulte escaso. Son especialmente célebres el Manavadharmasastra, conocido también como Código de Manu, el primer rey y legislador del mundo, interesante para conocer la vida pública en la India entre los siglos II y III, y el Kamasutra (siglo VI), famoso tratado erótico.

Tras unas centurias de notable escasez de obras originales, en las que predominan las adaptaciones y refundiciones de escritos anteriores, la literatura en la India renace en el siglo xiv, a través de distintos vehículos de expresión: el sánscrito es sustituido, como lengua literaria, por distintos idiomas modernos, principalmente el tamul, el bengalí y el hindí.

En ellos se cultiva la poesía amorosa y religiosa, como ha sucedido en el período del sánscrito, aunque las producciones sean de escaso interés. Abundan asimismo los comentarios filosóficos y religiosos, así como refundiciones o traducciones de las epopeyas sánscritas.

En tiempos más modernos, hay que mencionar en primer lugar a Sri Aurobindo (1872-1950), educado en Inglaterra, como tantos indios de elevada posición. A su regreso a su país natal, intervino en política con ideas nacionalistas. En su extensa producción, escrita en inglés y bengalí, se encuentran obras sobre política y filosofía, así como diversos estudios sobre la antigua poesía sánscrita.





Con todo, el más universal de los escritores de la India es Rabindranath Tagore (1861-1941), que alcanza el Premio Nobel de Literatura en 1913. Si bien Tagore redacta la mayor parte de sus obras en bengalí, se difunden ampliamente gracias a las traducciones al inglés. Partidario del quietismo en política y en filosofía, su vida y su obra estuvieron dedicadas a la India, y se mantuvo al margen de la influencia occidental. Con todo, viaja por Europa y los Estados Unidos, y escribe sus impresiones en varios libros. Su producción es rica, pero se le conoce sobre todo por sus libros de poemas, de gran lirismo e intimidad, entre los que puede citarse (Ofrenda de cantos, 1915); es autor, asimismo, de algunas novelas, como Gora (1910), y de dramas, entre los que se encuentra Dak ghar (El cartero del rey, 1913).

sábado, 2 de mayo de 2015

Historia de la literatura japonesa


literatura japonesa


La historia literaria de Japón es relativamente reciente, sobre todo si se compara con la de su vecina China. En efecto, los monumentos más antiguos conservados datan de principios del siglo vm después de Jesucristo y aparecen en el Kojiki (Libro de las cosas antiguas), recopilación de relatos religiosos y mágicos y de poesías, terminada en el año 712, y en el Nihongi, en 720, de índole muy similar al anterior. A finales del citado siglo vm puede fecharse el Manyoshu (Colección de diez mil hojas), que contiene casi cinco mil poemas líricos muy breves, denominados tankas, obra de distintos poetas.

En la época de Heian (782-1185) se fijan diferentes géneros en prosa, como el o «diario íntimo». el monogatari, o «relato novelado», y el zuihitsu, colección de pensamientos, ensayos y aforismos. En el año 905 está fechado el Kokinshu (Colección de poesías antiguas y modernas), compilada por el poeta Ki no Tsurayuki, una de las más relevantes personalidades literarias de su tiempo; el Kokinshu está formado, en su mayor parte, de tankas más refinadas y artificiosas que las del Manyoshu.



La prosa de la época de Heian se halla magníficamente representada por el monogatari (Relato de Genji), de Murasaki Shikibu (¿978-1031?), admirable fresco de la vida en la corte, descrito con especial encanto y sutileza, y considerado una de las obras maestras de la literatura japonesa. De la misma época es el Makura no soshi (Libro de la almohada), de Sei Shonagon, que es en realidad un zuihitsu lleno de humor y sensibilidad.


Si bien en la época siguiente, la de Kamakura (1185-1335), se sigue cultivando la poesía, es la prosa la que predomina. Debe mencionarse al ermitaño Kamo no Chomei (1154-1216), autor de Hojoki (Narración de mi cabaña), conjunto de pensamientos y máximas de carácter religioso y filosófico. A esta época de inestabilidad política corresponden varios relatos bélicos, novelas históricas y epopeyas (gunkij, como Heike monogatari (Historia de la familia Heike), de mediados del siglo xm; algo posterior, ya en la época siguiente, es Taiheiki (Historia de la gran paz), relato repleto, a pesar de su título, de combates, sangre y venganzas. El zuihitsu aparece en esta época cultivado especialmente por Yoshida Kenko (1283-1350) en sus Tsurezuregusa (Ensayos de los momentos de ocio), caracterizados por la delicadeza y la melancolía.


La época de Muromachi (1335-1573) se distingue por el auge del teatro, que hasta entonces había tenido poca importancia en el conjunto de la literatura japonesa. En esta época se fija el no, drama lírico muy estilizado, de escenografía sencilla, que interpretan pocos actores provistos de máscaras, las cuales simbolizan a los personajes. Existen distintos tipos de no, según expresen acciones de los dioses, batallas, venganzas, etc. El verdadero creador del teatro no y de toda una escuela de escritores y actores es Seami Motokiyo (1363-1443).


Otros géneros dramáticos típicamente japoneses, como el joruri y el kahuki, surgen en el siguiente período, el de Tokugawa (1603-1867). El joruri consiste en la recitación, acompañada de música en muchos casos, de asuntos guerreros o amorosos, siempre muy elevados; es propio del teatro de titeres (bumaku), en el que la acción y los diálogos, interpretados por el recitador, se representan por actores encapuchados portadores de títeres —que son los personajes—, en ocasiones de hasta 1,30 m de altura. Tiene un origen más popular el género kabuki, basado en la danza, el canto y la recitación; en su origen lo interpretaron únicamente mujeres y, durante muchos años, las obras se debieron a los propios actores, sin intervención de dramaturgos. En la actualidad es el género de mayor difusión entre los de origen propiamente japonés. En la época Tokugawa los autores más importantes se llaman Chikamatsu Monzaemon (1653-1725)’y Takeda Izumo (1691-1756).

En este período se aprecia el resurgimiento de la poesía gracias, sobre todo, a Matsuo Basho (1643-1694), creador de una escuela cuyo más genuino vehículo de difusión es el haikai o haiku, composición brevísima, de tono ingenioso y gran sensibilidad.

Con todo, el género por excelencia de la época Tokugawa es la novela, que alcanza sus más altas cimas, especialmente en la orientación realista. Ihara Saikaku (1642-1693) crea la          (novela de costumbres) con Koshoku (Un          hombre dedicado al placer), obra teñida de erotismo. Jippensha Ikku (1765-1831) debe su fama a la extensa novela burlesca Hizakurige (1802-1822), en cincuenta y seis volúmenes; satírico se muestra también Shiketei Samba (1775-1822) en Ukiyo-buro (La gente en el baño público). El autor más elevado de la época es Kyo-kutei Bakin (1767-1848), que escribe largas novelas de costumbres, como la titulada den (Historia de los ocho perros de Satomi de Nanso, 1814-1841). publicada en ciento seis volúmenes.

En el nivel filosófico y erudito se asiste en este tiempo a la pugna entre los wagakusha, o partidarios de la cultura japonesa tradicional, y los sometidos a la influencia china, que se resuelve en el siglo xviii a favor de los primeros, por mérito del pensador Motoori Norinaga (1703-1801).

Con la dinastía Meiji (a partir de 1867) se inicia para Japón una etapa de apertura al mundo occidental, que cristaliza en la aceptación de las principales corrientes literarias del momento. Adalid en la campaña de modernización de la literatura nipona, que supone, en otro campo, la unificación de la lengua hablada y la escrita, es Tsubouchi Shoyo (1859-1935), traductor de Shakespeare y otros escritores europeos, y autor de un importante estudio sobre el realismo literario, Shosetsu shinzui (La esencia de la novela, 1885), de influencia decisiva. Poco después, Futabatei Shimei (1864-1909) publica la primera novela en lengua moderna, Ukigumo (La nube errante, 1888).
La novelística es el género más cultivado en la literatura japonesa moderna. De tendencias naturalistas son las creaciones de Shimazaki Toson (1872-1943), cuya novela más conocida es Hakai (El mandato quebrantado, 1906), mientras que Arishima Takeo (1878-1923) muestra preocupaciones sociales en Kain no matsuei (La estirpe de Kain. 1917). Más tarde se produce una reacción de tendencia neorro-mántica, que representa Shiga Naoya (n. 1883), especialista en relatos cortos, y el fecundo Tanizaki Junichiro (1886-1965), autor, entre otras obras, de Shunkinsho (Historia de Shunkin, 1933) y Kagi (La confesión impúdica, 1956).

La poesía tiene poca importancia en esta época y presenta dos tendencias bien definidas: una occidenta-lizante y otra tradicional. Pertenece a la primera Ki-tahara Hakusha (n. 1885) y a la segunda Sato Sonosu-ke (n. 1889).


La producción más reciente, en lo que se refiere a la novela, responde a dos orientaciones. La primera, realista, popular y. en ocasiones, proletaria, se ocupa en relatos de guerra y en las luchas sociales; la segunda, enraizada en la tradición narrativa nipona, es intimista, autobiográfica muchas veces, y llena de sensibilidad. Se hallan en la primera dirección la señora Hayashi Fumiko (1904-1951) y Kikuchi Kan (n. 1888), entre otros. En la segunda se encuentran Dazai Osamu (1909-1948), Mishima Yukio (n. 1925), de gran fama, autor de Kinkakuji (El pabellón de oro, 1962), y, sobre todo, Yasunari Kawabata (1899-1972), galardonado en 1968 con el Premio Nobel por expresar con gran sensibilidad los valores eternos de Japón en obras como Yukigani (País de nieve, 1937), Sembazuru (Una grulla en la taza de té, 1952) y Yama no oto (El rugido de la montaña, 1952).