Época bizantina
El imperio bizantino recoge la herencia cultural del mundo helenístico y su literatura aparece como una continuación de la alejandrina. Se extiende desde el Siglo IV. en que la ciudad de Bizancio se convierte en capital del Imperio romano, hasta su conquista por los turcos (1453). Los géneros que cultiva se parecen sensiblemente a los de la literatura helenística. Descuellan los estudios de filología, historia, geografía, ciencias exactas y teología; el campo menos explotado es el de la pura creación literaria.
El número de los literatos en sentido amplio asombra, aunque sus nombres sean poco conocidos. La prosa religiosa tiene a sus principales cultivadores en Juan Moscos (m. 619), san Juan Clímaco (¿579-649?) y san Juan Damasceno (¿676-753?), autores de tratados místicos y ascéticos. Entre los muchos historiadores, quizá el más interesante sea una mujer, la princesa Ana Comneno (1083-1150), que redacta unas crónicas de los hechos más notables de su padre Alejo Comneno, de forma algo parcial en ocasiones.
Época moderna
La toma de Constantinopla por los turcos otomanos en 1453 produce un grave colapso en el desarrollo de la cultura bizantina, que se había proclamado heredera de la griega. En poco tiempo, los conquistadores consiguen apoderarse de toda la Grecia continental y zonas adyacentes.
A pesar de la adversa situación política, la literatura en griego se mantiene en distintas zonas, si bien con características diferentes. Así, en Constantinopla es erudita y culta, y utiliza una lengua arcaizante, mientras que en las islas, alejadas de la influencia turca, se transforma en popularizante.
Esta situación se mantiene hasta la independencia de Grecia, acaecida en 1829, fecha en la que comienza la literatura griega moderna. Los primeros escritores de fama son Dionisios Solomos (1798-1857), poeta de inspiración popular, ferviente patriota y autor del poema que llega a ser la letra del himno nacional griego, y Andreas Kalvós (1792-1867), de formación clásica y tono más elevado, especialmente en las odas.
Entre los prosistas, Janís Psikharis (1854-1929) logra imponer como lengua literaria el griégo vulgar (demótico o neohelénico) gracias a sus obras, que gozan de gran difusión, como To taxidhi mu (Mi viaje, 1888). A Arghiris Eftaliotis (1849-1923), seudónimo de Kleanthis Mikháilidis, se deben vivos cuadros de costumbres sobre la vida en las islas griegas. Gregorios Xenopoulos (1862-1951), muy famoso en su época, crea la novela naturalista con Margarita Stefa (1893); es escritor muy prolífico de dramas y novelas costumbristas. Otros novelistas de esta época son Paulos Nirvanas (1866-1937), seudónimo de Pc- tros Apostolidis, Andreas Karkavitsas (1866-1922), Constantinos Khristomanos (1867-1911) y Constantinos Theotokis (1872-1923), padre de la novela de tendencia social.
Al siglo xx propiamente dicho pertenecen los poetas Apostólos Melakhrinos (1880-1952), de inspiración simbolista, Angelos Sikelianós (1884-1951), de hondas raices helénicas, forjador de una poesía de género panteísta, y, sobre todo, Georgios Seferis (n. 1900), Premio Nobel en 1963, cantor de lo cotidiano, que utiliza un lenguaje sencillo y directo.
Los prosistas más destacados son Thrassos Kasta- nakis (n. 1901), Elias Venezis (n. 1904), que describe con crudo realismo escenas de la guerra, y Nikos Kazantzakis (1885-1957), el más célebre de los escritores griegos contemporáneos, creador versátil: teatro, varios tomos de poemas, entre ellos una imitación de la Odisea, en más de treinta mil versos (1938), ensayos y, principalmente, novelas, base de su éxito, como Bios kaípoliteia tu Alexi Zormpa (Vida y hechos de Alexis Zorba, 1946), historia de un pintoresco personaje, encarnación del espíritu griego, y O Kristos xanastauróneta (Cristo de nuevo crucificado, 1954).
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